Era el invierno mas duro del mundo, el frio en los huesos
por el abandono, el temor del hambre, de lo que vendrá. Cada segundo era peor
que el otro, sin agua, sin techo , sin tener que esperar, era peor que ser mal
tratado, era el tener familia, hermanos, un padre y que no quisieran saber nada
de el.
No había pasado un ano después que murió la madre, la gran
casa llena de colores, voces y olores se fue convirtiendo en la masa del
olvido, en el motivo de la desesperación en un sin fin de ideas que mezcladas
se convertía en nada, el fin, la nada de la masa del olvido.
Acababa de salir de
una penosa enfermedad que lo tuvo postrado mas de un ano, el mareo producido
por la falta de sangre entregada en un acto si fin de bondad para todos, de
debilidad para el mismo, el sentirse engañado, débil y sin posibilidades, lo
que mucho tiempo después aprendería era una bendición de la madre que al
dejarlo, cumplió el sacrificio máximo, el sacrificio personal quebrando el amor
de madre a hijo, para dejarle un recuerdo, auquesea malo, pero algo que pensar
al fin, algo que mantuviera su mente ocupada porque venían tiempos difíciles
los mas difíciles de olvidar.
Ni bien murió la madre, quedo la enfermedad, como si un
pueblo castigado por Dios pasara las plagas sintiendo que no hay final, el
dolor no se puede recordar así que la vida se encarga de poner un sello en el
sufrimiento que deja el dolor, el dolor pasa, el recuerdo del sufrimiento
siempre nos acompañara.
Paso un día, un solo día después de la partida de la madre
para que el padre castigara su dolor pidiendo explicaciones donde solo había
dolor, el no tenia palabras, la pena se había comido su dolor buscando que
olvidar que desaparecer entre tanta pena, buscando no ser el mismo sino una sola masa de dolor para así
repartir el dolor entre tanto sentimiento