lunes, 27 de mayo de 2013

Octavio - Alberto Novoa Allagual

Al bordear el final, las emociones cambian, lo se, después lo comprendo, cuando aun no siendo tarde entendí la necesidad de terminar el camino en paz, conmigo mismo, con el.
Octavio ya no era el hombre gigante de largos pasos que estremecía personas con su presencia,  los años mas que envejecerlo lo había abandonado, dejando solo una delgada capa de piel que dejaba ver claramente sus sentimientos, su gran temor, la soledad había llegado y el lejos de combatirla se dejo seducir hasta perder su esencia mortal convirtiéndose en la mas triste versión de su recuerdo, del de el, no del mio, claro.
Siempre despeinado, con lentes marrones a media nariz, una chompa con cierre, pantalón marron, siempre el mismo, impecable, arrugado, con esa escaza barba que recuerdo raspando con mis manos desde que naci y que busco en cada vez que me encuentro  frotando la llema de mis dedos sobre una superficie rugosa, a cada momento, se convirtió en un tic, que no suelta el recuerdo.
Octavio nació el 9 de diciembre de mil novecientos treinta, dos días después fue declarado en el registro mas cercano, en el cálido norte peruano, en el puerto de Salaverry; heredo la piel cobriza y los ojos marrones de su tierra, sin padre, llego a Lima muy pequeño en los brazos de su madre quien lejos de amilanarse ante la tristeza, crio un hijo maravilloso, destacado, iluminado que inspiraría a cuanta gente conoció.
Lleno de aspiraciones, paso sus primeros años en Magdalena, como un hijo bien querido de las Badillo, para en su juventud afrontar la realidad que significa no ser hijo sino protegido de quienes lejos de calificarlo entendieron sus brotes adolescentes que le confundían, habría sido quizás esta la primera confusión de Octavio, quien lejos de saberse en rebeldía busco la salida sabia imitando a los ídolos juveniles del momento, Pérez Prado, magnifico músico brasilero impondría su moda en el Octavio al borde de la juventud, con su uniforme marrón claro, birrete y botines como lo admire en alguna foto del pasado, porque Octavio sabia bien lo que quería, mas no lo que tenia, quizás, la segunda frustración seria la decepción de verse con tantos recursos y ninguna posibilidad, sabia lo que era, pero no encontraba su camino.
Soy partidario de pensar que en la familia, encontró la madurez, encontró su camino, lejos del Alfonso Ugarte o de Lince, de San Miguel o de las Badillo, de los trajes de la exacta medida, de los zapatos impecables que lucio hasta el ocaso y que fue la santa fascinación de su vida, la familia, “su”  familia le dio la estabilidad que no encontró en su juventud, convirtiéndolo en un ser admirado, en el anfitrión impecable de los bingos del colegio, en el presidente de la asociación de padres de familia, en el amigo de Kiko Ledgard, en la palabra exacta con la voz fuerte y melodiosa.
Fue la escuela inmaculada del matrimonio, recuerdo atesorado una tarde de regreso de la peluquería, mis hermanos ya mayores cada uno en su vida y yo en el asiento trasero de la camioneta, Octavio y Dora adelante, la esquina vuelta a la izquierda y una repentina caricia de mi madre que reboto en una traviesa cosquilla de mi padre, estaban perfectamente sintonizados, el momento la expresión, la sintonía que se veía como música en mis ojos, como la melodía que embriaga mi corazón con el ejemplo que sigo cada dia de mi vida. Porque para mi fue el mejor, me dio la mejor infancia que pude imaginar, mi defectuoso sentido de la audición mejora mi memoria para los sonidos, cada dia siento oir mas y mas cosas del pasado, y ninguna de las que oigo esta excenta de risas, acompañadas de caricias, de miradas tiernas siempre llenas de palabras, inagotables cantidades de palabras, por eso soy capaz de recordar su voz, por el volumen tierno, porque el sabia que siempre que venia con cariño, con ejemplo, seria capaz de quedar imborrable, lo que logro, ampliamente logro.

Mucho aprendemos del amor por la madre, yo lo aprendi por mi madre y por mi padre, no existían individualmente siempre fueron una sola persona, quizás ahí empieza el misterio de la trinidad, o el divorcio con la ciencia en la afirmación que la dualidad es la unión de dos personas que dan como fruto un matrimonio fuerte y estable para siempre, por siempre para siempre.

jueves, 23 de mayo de 2013

Fragmento - Alberto Nova Allagual


Los años volaron lentamente uno tras de otro, trayendo la adolescencia y la juventud, los avances tecnológicos y los discos compactos, aun tengo en mi memoria la pregunta del Sr Toricelly a mi padre…y don Octavio, y ahora que hacemos? Venderemos discos compactos? O la expresión del Sr. Borda cada vez que entraba a dejar una factura, mi padre fuerte, tan golpeado por los anos, por la perdida de una hija menor, por los gastos, fue descuidando la tienda hasta que poco a poco dejo de encender todas las luces de la tienda, poco a poco con el pasar de los últimos meses, poco a poco mas allá de apagarse cada foco, se evito encender, uno mas y otro, hasta que la tienda se convirtió en el oscuro recuerdo de la gloria de antaño, o era el único negocio de la zona que al no actualizarse se quedo olvidado e el tiempo, los pocos que avanzaron siguen hasta hoy pero la tienda de mi padre un día cerro, el mismo día que quedo un solo foco por encender y que al día siguiente debió apagarse, o simplemente, no se encendió.

martes, 21 de mayo de 2013

El fin - Alberto Novoa Allagual


Es en vano situarse en una época, estos hecho pudieron ocurrir e cualquier momento, antes o después de cada acontecimiento que marco la vida de cada persona que vivía en aquel entonces, cada escenario quitaría la magia de vernos envueltos en el mayor acontecimiento que uniera a toda la humanidad en un hecho sin precedentes, unos oran, otros vive el desenfreno, saqueos y vicios escondiendo su temor a lo inevitable, lo que todos tratan de negar y que minuto a minuto se vuelve inexorable, el fin de los tiempos ha llegado.

miércoles, 15 de mayo de 2013

La casa de Porta - Alberto Novoa Allagual


Siempre en verano desempolvábamos las bicicletas sin saberlo, poco a poco pedaleada tras pedaleada; la casa de Porta de techo tan altos, paredes interminables y colores agudos, la casa era pequeña en comparación a otras de Miraflores de la misma época, las rejas altas de la entrada flanqueadas por dos columnas macizas, el pequeño patio de entrada, dos jardines siempre con plantas, las paredes del patio con zócalo alto azul y después blanco hasta el techo, las ventanas tan disonantes con marco de aluminio entre tanta majestuosidad de quincha adobe y madera, todo siempre en su lugar, la puerta de entrada tan alta como las paredes, con el mas peculiar sonido de cierre, como si la bondad de la chapa nos diera la bienvenida, un amable “click” que hoy retumba entre el eco de la casa vacía y que cada vez que cierro me regala un viaje a aquella época de colores fuertes y paredes altas.
La gran alfombra de la sala, el piso de linóleo del comedor, los arcos de entrada al patio mas que morisco nacionalista, la increíble puerta de madera con la vista a la pileta fabricada por mi padre de un lavatorio de mármol muy antiguo y mucha creatividad.
La cocina estaba al fondo dando inicio al pasadizo y la puerta falsa de la casa donde estaban las bicicletas colgadas en las paredes; es tan fácil para un hijo llegar a una casa ya formada donde las cosas en su lugar esperan ser desordenadas para que un padre con paciencia enseñe mas que con el ejemplo la constancia de mantener las cosas mas que en su lugar en el lugar destinado para ellas. Ese era mi padre, incansable sonador, haciendo de cada invento un proceso productivo, con mas visión que dinero, esperanza que resultados; cada idea era una luz que lejos de despegar económicamente daba la esperanza que iluminaba los ojos de mi madre que traducía el amor en ilusión y la ilusión en sonrisa; el mas fuerte recuerdo que guardo de mis padres, su sonrisa, incluso su voz, la que escucho a veces colándose entre mis palabras, entre mis sonrisas.
Para evitar la crisis mi madre había independizado un ambiente de la casa y alquilado para lo que sacrificó parte del pasadizo para hacer un baño que hizo poco menos que imposible alcanzar las bicicletas cada verano, de modo que una vez bajadas había que justificar su uso para evitar colgarlas, mi bicicleta, simplemente veloz, cortaba el viento con su color amarillo, la llanta delantera banda blanca y la trasera marca “Sears” contrastaban con la canasta que un tiempo instale detrás del asiento como estaba de moda, no recuerdo haber ido mas allá de la esquina de la panadería o del colegio, 4 o 5 cuadras, no mas, era pequeño, Miraflores era tan grande,  tan solitario, jugábamos fulbito en la puerta de la casa donde hoy es una de las calles mas transitadas del distrito, las ultimas cuadras de Porta eran simplemente solitarias, 3 o 4 casas por cuadra, grandes jardines, no habían bodegas ni autos, solo nosotros que jugábamos el verano entero, sin saber del tiempo solo del calor, el sudor y la pelota.
Éramos 3 hermanos, el mayor siempre al frente, casi en paralelo seguía Alvaro y yo siempre detrás, nunca protegido por ellos sino mas bien en competencia, mil pedaleadas mías eran pocas de ellos, debía mantener el paso, si me quejaba…me quedaba.
Éramos tres hermanos, criados por la misma mano, bajo el mismo techo con la misma ropa, cada cual con su cariño, con el amor de los pasos de cada noche de insomnio cuando como solo un padre comprendería se terminan los números de tanto contar los pasos con el hijo cargado haciéndolo dormir,  para mi, con mis hijos no es solo el esfuerzo, es un honor, es la hora en la que puedo regresar el tiempo y apachurrar a mis hijos cuando ya dormidos en mis brazos, los miro, huelo sus cabezas y beso sus frentes.
Imagino a mi padre haciendo lo mismo, no hay forma de criar bien sin cargar, si oler sin amar y Octavio nos amó, dejándose traicionar al final de la vida por sus temores que invadieron su mente y lo convirtieron en quien dejó de ser el día que se fue.
Recuerdo con pasión como trataba de convertir cada objeto en mi versión manual de cada propagandeada marca, la televisión empezaba su efecto como medio de publicidad, la presión de los compañeros de colegio que cada día estrenaba mejores zapatillas, loncheras y etc, yo siempre con la poca ropa que heredaba de mis hermanos trate mil veces de pintarla, modificarla o hacerla similar a la marca conocida, nada mas lejano pero reconfortante para mi. Aquella ocasión, no dude en modificar los manubrios de mi bicicleta, había conseguido dos extremos de plástico muy similar al de la marca de moda, pero ligeramente mas ancho, lo inserte y para ajustarlo hice un par de tiras de madera que ajustaban a presión los nuevos manubrios evitando se saliera, aquella tarde de verano que ya yo solo regresaba a casa en bicicleta coronaria el paseo con lo que los chicos de aquel entonces bautizáramos como “caballito” levantado la llanta delantera de la bicicleta en pleno movimiento, en pleno acto, se salieron los manubrios que mal arme quedándome con los plásticos brillantes en mis manos lejos, muy lejos del timón de la bicicleta, el impacto fue tal que cayeron moras del árbol contra el que me estrelle, estrelle, así aprendí porque se le dice…estrelle.
La vida me enseñaría con mucha paciencia que las apariencias son esquivas, opino que la vida debió ensenarle eso a mis compañeros de colegio, no a mi, igual lo aprendí, minuto a minuto.
Solo 3 cuadras separaban al colegio de la casa, cada mañana era interminable el caminar a lo que después consideraría el mas grande suplicio, mis padres convencidos que la educación era lo mas importante no permitían que mediara argumento ni suplica, era impensable pedir, mucho menos exigir, en los anos que viví mi niñez no recuerdo nunca haber pedido nada, ni juguete ni beneficio, era simplemente impensable, la sola propuesta hubiera sido irresponsable, cuanto ha cambiado la vida…:!!!

jueves, 9 de mayo de 2013

Las bicicletas - Alberto Novoa Allagual (fragmento)


Siempre en verano desempolvábamos las bicicletas sin saberlo, poco a poco con pedaleada tras pedaleada; la casa de Porta de techo tan altos, paredes interminables y colores agudos, la casa era pequeña en comparación a otras de Miraflores de la misma época, las rejas altas de la entrada flanqueadas por dos columnas macizas, el pequeño patio de entrada, dos jardines siempre con plantas, las paredes del patio con zócalo alto azul y después blanco hasta el techo, las ventanas tan disonantes con marco de aluminio entre tanta majestuosidad de quincha adobe y madera, todo siempre en su lugar, la puerta de entrada tan alta como las paredes, con el mas peculiar sonido de cierre, como si la bondad de la chapa nos diera la bienvenida, un amable “click” que hoy retumba entre el eco de la casa vacía y que cada vez que cierro me regala un viaje a aquella época de colores fuertes y paredes altas.

miércoles, 8 de mayo de 2013

Octavio - Alberto Novoa Allagual (fragmeto)


Éramos tres hermanos, criados por la misma mano, bajo el mismo techo con la misma ropa, cada cual con su cariño, con el amor de los pasos de cada noche de insomnio cuando como solo un padre comprendería se terminan los números de tanto contar los pasos con el hijo cargado haciéndolo dormir,  para mi, con mis hijos no es solo el esfuerzo, es un honor, es la hora en la que puedo regresar el tiempo y apachurrar a mis hijos cuando ya dormidos en mis brazos, los miro, huelo sus cabezas y beso sus frentes.
Imagino a mi padre haciendo lo mismo, no hay forma de criar bien sin cargar, si oler sin amar y Octavio nos amó, dejándose traicionar al final de la vida por sus temores que invadieron su mente y lo convirtieron en quien dejó de ser el día que se fue.

Fragmento - Alberto Novoa Allagual


Recuerdo con pasión como trataba de convertir cada objeto en mi versión manual de cada propagandeada marca, la televisión empezaba su efecto como el gra medio de publicidad, la presión de los compañeros de colegio que cada día estrenaba mejores zapatillas, loncheras y etc, yo siempre con la poca ropa que heredaba de mis hermanos trate mil veces de pintarla, modificarla o hacerla similar a la marca conocida, nada mas lejano pero reconfortante para mi. Aquella ocasión, no dude en modificar los manubrios de mi bicicleta, había conseguido dos extremos de plástico muy similar al de la marca de moda, pero ligeramente mas ancho, lo inserte y para ajustarlo hice un par de tiras de madera que ajustaban a presión los nuevos manubrios evitando se saliera, aquella tarde de verano que ya yo solo regresaba a casa en bicicleta coronaria el paseo con lo que los chicos de aquel entonces bautizáramos como “caballito” levantado la llanta delantera de la bicicleta en pleno movimiento, en pleno acto, se salieron los manubrios que mal arme quedándome con los plásticos brillantes en mis manos lejos, muy lejos del timón de la bicicleta, el impacto fue tal que cayeron moras del árbol contra el que me estrelle, estrelle, así aprendí porque se le dice…estrelle.