sábado, 27 de abril de 2013

Eran dos cabinas - Alberto Novoa Allagual (fragmento)


Eran dos cabinas tan pequeñas, y aun  así entrabamos 4 niños una escalera y todas las ganas de jugar. La tienda de mi padre estaba en ese lince desordenado de los anos 70, de veredas anchas y pistas nuevas, Lince era el lugar pudiente de la nueva clase media que emergía entre la migración, de miles de familias que al no tener nada en el campo buscaron un futuro mejor en Lima y resbalaron hasta Lince, ciudad intermedia entre la Lima deseada y los balnearios del sur, Miraflores y Barranco con sus amplias casonas de un piso y veraneantes de temporada.
Ahí nacía una nueva ciudad, una nueva clase que después migraría a lugares mejores tratando siempre de dar la mejor opción a sus familias, lince era un distrito familiar de casas de muchas casas, muchos autos y poco comercio.
Ahí nació la tienda de discos de mi padre la que fundo mi madre como una tienda de artefactos eléctricos poco después de dejar de trabajar en Phillips Peruana, manejo sus contactos, toco las puertas necesarias hasta tener la distribución de lo que hasta ese momento era la mejor marca de electrodomésticos del mercado, la tienda nació con sentido de cadena de tiendas y se mantuvo y murió de pie como los grades de aquella época.
Con el mas característico letrero de la época, un gran disco imitando su giro instalado e el segundo piso sobre la vista de todos, trasversalmente a la fachada para hacerlo mucho mas notable, fabricado en lata pintado de color rojo, bordeado de tubos de neón rojos y azul que oscilaban constantemente, mas abajo una flecha que marcaba la entrada a la tienda, en aquella época las tiendas que vendían discos eran llamadas discotecas, así rezaba la palabra en el gran letrero…..discoteca, Comercial Lince, Comercial Novoa cuando la administro mi padre.
De pisos blancos, de linóleo, con pequeñas rayas negras, una vitrina al lado izquierdo y una mampara al derecho, todo en aluminio con detalles de formica que daban la impresión de madera caoba, entrando a ambos lados en las paredes, la estantería que sostenía las caratulas de los discos grandes o long plays; maravillosos discos de acetato (plástico de aquella época) asentados sobre guardillas que corrían a lo largo de las paredes a manera de estantería forrado con la misma formica color caoba, solo las caratulas, ya que los mismos discos permanecían guardados en cajas cada uno celosamente sellado con una etiqueta para su inmediata ubicación, sutiles líneas de nylon mantenían las caratulas firmes a las paredes lo que hizo una característica en las tiendas de aquella época copiando todos iguales el sistema que lejos de mejorarlo solo fue copiado a lo largo de todo el Perú.
Frente a la puerta de ingreso el mostrador, el mismo estilo de formica caoba resaltaba entre los perfiles de aluminio que dejaba ver las agujas y pastillas, tan usadas en aquel entonces siendo la única parte en desgaste en los tocadiscos, al entrar e fricción con los discos de vinilo, la aguja trasmitía el sonido al amplificador lo que producía u fuerte desgaste, una aguja bien tratada duraría un par de fiestas; muchas veces atendí clientes que llegaban desesperados a cambiar de aguja, en plena fiesta los discos se corrían produciendo un terrible chirrido, cada marca u modelo, cada modelo un tipo diferente de aguja, en la tienda de mi padre habían todos, todos los modelos de agujas del mercado.
En el extremo del mostrador, una caseta de aluminio y vidrio guardaba celosamente el tocadiscos, debajo de el, el amplificador, que conducía el sonido hasta los parlantes ubicados en la entrada de la tienda colgados del techo y al fondo, pasando el mostrador, algo así que debe haber sido la mas grande colección de discos de vinil  de pequeño formato, discos de 45 rpm, debo haber contado algún día de inventario mas de 3mil títulos diferentes, todos los géneros, todos nuevos con unas pequeñas orejeras que sobresalían que mi padre instalo para la mas fácil ubicación de cada titulo especifico. El mueble amarillo donde reposaban los discos de 45 era de cedro, pintado al duco, con cajones en su parte media y tapas corredizas debajo, donde se escondían 350 Lp de Roberto Ledesma, compra oportuna de mi padre quien lejos de desaprovechar una buena oferta adquirió los Lp de la fabrica y los fue vendiendo uno a uno con la paciencia de los anos que fueron muchos anos venideros.
Cortas palabras para describir tanta grandeza, un solo baño ubicado debajo de la escalera de ingreso al segundo piso, la puerta oculta entre tanta caratula, baño, almacén, lugar de estudios, ahí pase interminables horas estudiando mis notas no eran buenas, mi madre me mandaba a la tienda con mi padre para que me haga estudiar, Nidia mi tía maravillosa y buena trabajaba con mi padre pero los discos de vinilo eran muy populares y las manos faltaban, yo salía a atender, aun cuando mi mirada no superaba la altura del mostrador, si señor?, niño, por favor, el disco de Marco? Ah…. El XRPBO1020, esperaba, lo probaba lo metía en una bolsa y lo entregaba, son 45 Soles señor, porque los discos de 45 costaban 45 Soles de aquella época, cuando había menos clientela, mi padre me mandaba a descansar, a jugar, a cualquier cosa menos estudiar, era justo, era un niño que trabajaba duro.
Temprano, cada tarde después del colegio, partíamos en la camioneta Rambler rumbo a Capón, de regreso una visita a las fabricas de discos a recoger mercadería y regresábamos con la camioneta cargada, las tiendas cerraban al medio día, así que cuando regresábamos yo ya fuera del colegio ayudaba a mi padre con las compras, comprábamos cassetes en Capón, discos en Sonoradio, en El Virrey, en Iempsa donde conocí a Yola Polastry, donde hice cada cola  y converse mas que como un adulto como un comprador que lejos de comprobar lo buen hijo era buscaba las mejores ofertas para la tienda de mi padre, así me crie yo, entre ofertas y cuentas pendientes, entre letreros de neón y discos de vinil, escuchando cada palabra viendo cada actitud de mi padre a quien nunca vi llorar, sino mas bien sonreír y vender, y vender, vender artículos cada día mas difíciles que exigían mas argumentos e ingenio de su parte hasta que un día ya no se vendió mas esperamos y nunca mas se vendió mas.
Frente al baño, cerraba el local dos cabinas, siempre con la formica caoba que daba la armonía al local, cada una con un parlante instalado, el interior de cada cabina era de color blanco, cada vez que se oía un disco afuera, el cliente podía ingresar a la cabina a oír en privado el disco pedido o como decíamos en esa época a probarlo; eran solo 2 cabinas que con los anos, las otras discotecas copiaron, en una de esas dos cabinas se fundo una tarde verano el Apple Records Club, donde nos hicimos mas amigos, mas hermanos, Enrique, Luis, Ángel y yo.
La tienda sobrevivió 17 gloriosas navidades, se llenaba de gente todos los días, recuerdo con mucha vergüenza la época de John Travolta, cuando los 4 bailábamos al ritmo de la música de aquella época, sabíamos cada paso y no temimos enfrentar al publico bailando dentro de la tienda, lo hacíamos muy bien, sin importar el modelo del zapato o la existencia de tal.
Mi padre el ser mas hábil del mundo, pasaba cada noche en casa grabando los cassetes que se vedarían al día siguiente, el fue el primero que unió varios géneros porque en esa época no se concebía una grabación de mas de un autor, el disco iniciaba y terminaba con el mismo autor, pero mi padre compro una grabadora de cassete y dedicaba todas sus noches a ser el primer pirata fonográfico del Perú, grabado cada cassete mucho antes que los jóvenes descubriéramos un deck o u amplificador, grababa cada cassette, segundo a segundo para finalmente hacer cada caratula a manuscrito con su maravillosa letra de molde la que la gente pensaba era de imprenta, era genial, era mi padre.
Los anos volaron lentamente uno tras de otro, trayendo la adolescencia y la juventud, los avances tecnológicos y los discos compactos, aun tengo en mi memoria la pregunta del Sr Toricelly a mi padre…y don Octavio, y ahora que hacemos? Venderemos discos compactos? O la expresión del Sr. Borda cada vez que entraba a dejar una factura, mi padre fuerte, tan golpeado por los anos, por la perdida de u hija menor, por los gastos, fue descuidando la tienda hasta que poco a poco dejo de encender todas las luces de la tienda, poco a poco con el pasar de los últimos meses, poco a poco mas allá de apagarse cada foco, se evito encender, uno mas y otro, hasta que la tienda se convirtió en el oscuro recuerdo de la gloria de antaño, o era el único negocio de la zona que al no actualizarse se quedo olvidado e el tiempo, los pocos que avanzaron siguen hasta hoy pero la tienda de mi padre un día cerro, el mismo día que quedo un solo foco por encender y que al día siguiente debió apagarse, o simplemente, no se encendió.

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